UN
CARDO POLIFACÉTICO
“Aguamayo”, así
se llama en Montejo de San Miguel al cardo que es conocido en otras tierras
como cardencha o cardo de cardador y cuyo nombre científico es Dipsacus
sativus. Dipsacus hace referencia a sediento y sativus a que es cultivado.
El cardo aguamayo.
Este
cardo, al que le gustan los suelos húmedos y ricos en nutrientes, recibe el nombre
de aguamayo por que tiene sus hojas unidas en torno al tallo formando una
especie de cucurucho donde se acumula el agua de las frecuentes lluvias del mes
de mayo cuando la planta está plenamente
desarrollada. De ahí lo de “sediento” y
lo de “aguamayo”.
Agua acumulada en el receptáculo que forman sus hojas.
Aunque
tiene algunas propiedades medicinales, es diurético, no he podido constatar que se utilizara con
estos fines por las gentes de estas tierras. Tampoco he podido constatar que, a
pesar de su nombre “sativus”, haya
sido cultivado ni para fines medicinales ni para usos textiles.
Sin
embargo este singular cardo, como veremos a continuación, era usado por los
niños, las jóvenes y los adultos. Cada uno de estos grupos de personas lo
utilizaba para una función diferente: los niños para fabricarse juguetes, las jóvenes como uso cosmético y
los adultos como herramienta para cardar la lana.
EL
CARDO Y LOS NIÑOS
Antes
los niños y niñas no tenían el acceso que se tiene actualmente a los juguetes.
Los Reyes Magos siempre venían pobres y los regalos que traían solían ser cosas
útiles para la vida diaria, ropa (jerséis y calcetines hechos por las abuelas),
material escolar, dulces, algunas frutas poco comunes… rara vez los Reyes
traían juguetes propiamente dichos.
Los
niños y niñas tenían que suplir esta carencia de juguetes con su imaginación porque
niño/a y juego son dos palabras inseparables. Las cosas más sencillas que les
rodeaban podían convertirse en los más sofisticados juguetes. Palos, piedras o
cualquier objeto en desuso podía transformarse en el mejor de los juguetes. Un
palo podía convertirse en una espada, en un caballo, en una escopeta, en una
caña de pescar, en una escoba de bruja… Recordad el anuncio de tv. en el que un
niño está desenvolviendo sus regalos y uno de ellos es un palo, al descubrirlo
grita hasta la extenuación ¡Un palo! ¡Un palo! ¡Un palo!...
A
veces lo más sencillo puede ser lo más divertido y con esta filosofía niños y
niñas suplían con creces a los juguetes que se comercializaban pero no estaban a su alcance. Ellos se
fabricaban sus propios juguetes. Esto conlleva varias ventajas, desarrollan su
imaginación y creatividad, mejoran su psicomotricidad y el manejo de distintos
materiales, perfeccionan sus juguetes y los cuidan porque los han hecho ellos
con su esfuerzo.
El
Museo dedica dos paneles muy completos a juegos infantiles, uno a los niños y
otro a las niñas, y pueden verse los juguetes que se hacían ellos mismos.
Actualmente
ocurre lo contrario muchos niños y niñas reciben tantos juguetes que a los
pocos días han perdido el interés por ellos y pocos son con los que juegan todo
un año. Pronto irán a parar al trastero o a la basura. Con el descenso de la
natalidad, escasean las familias numerosas y normalmente son muchos los
familiares adultos y todos quieren hacer su regalo lo que genera una
concentración que no parece muy educativa. Se debería reflexionar sobre la
gestión de esta abundancia de regalos.
Vayamos
al tema que nos ocupa, el cardo y los niños. En las tardes de otoño, los niños
después de salir de la escuela llevaban los bueyes a pacer (pastar) cuando
estos no tenían que trabajar. Todas las familias tenían una pareja de bueyes
para realizar los trabajos de la labranza. Los bueyes pastaban en la ribera del
Ebro, o en las fincas que estaban de barbecho, o bien en los linderos de las
fincas que todavía no se habían sembrado. Esto suponía un complemento para la
alimentación de los animales y un ahorro en pienso.
Era
común esta conversación entre niños:
-
¿A qué jugamos esta tarde?
-
Yo tengo que ir a cuidar los bueyes. ¿Te
vienes conmigo?
A
los niños el tiempo se les hacía eterno
mientras los bueyes iban comiendo tranquilamente la hierba. Combatían el aburrimiento
jugando entre ellos ya que se solían juntar varios niños con sus respectivos
bueyes o si no iban simplemente de acompañantes.
Con la llegada del otoño el cardo se seca.
Uno
de tantos entretenimientos era localizar algún cardo aguamayo y hacer con él una
especie de carraquilla, sonajero o espantagatos. Había que seleccionar un buen
ejemplar de cardo y ponerse manos a la obra.
Excelente ejemplar seleccionado.
Todos los niños solían disponer de
una pequeña navajilla que utilizaban para muchos menesteres. En mis años de
infancia no recuerdo ningún incidente violento a cuenta de las navajas, ni en
broma ni en serio. La navaja era una herramienta de múltiples usos y como tal
se usaba.
Una
vez seleccionado el cardo se procedía a cortar el tridente que forma el tronco
con las ramas en la parte más alta. Se le
quitaban, con mucho cuidado, los múltiples pinchos del tallo y de las ramas, para no pincharse.
Se ha cortado el tridente de la cúspide.
Al tridente había que
cortarle las ramas de unos 12 cm. de largas y el tallo central de unos 10 cm.
Del tallo cortado se reservaba un trozo de unos 15 cm. para hacer la pieza móvil
de la carraquilla.
El tronco se deja algo más corto.
Se reserva un trozo del tallo.
Ahora
había que localizar un endrino (prunus spinosa) para conseguir un
pincho largo que sirviera de eje a la pieza móvil.
Pincho de endrino que servirá de eje.
Con el pincho del endrino se taladra la pieza móvil en el centro y se coloca sobre el tallo central.
El pincho se clava en el centro del palo horizontal.
Colocando la pieza móvil en el tallo central se daba por terminado el trabajo. Ya solo quedaba deslizarlo entre las dos manos con cierta rapidez y comprobar su sonoridad.
La carraquilla está terminada.
Con
tanta concentración y ensimismamiento en el trabajo nadie se acordaba de los
bueyes y lo más probable es que se hubieran metido en algún cultivo cercano.
Cuando los niños se daban cuenta abandonaban todo y salían disparados a sacar a
los bueyes del cultivo rezando para que no hubieran hecho mucho destrozo y que
no se enteraran ni el dueño ni sus padres. Al atardecer se regresaba a casa con los bueyes y con la preocupación de que si trascendía la invasión
del cultivo la regañina sería segura. No
se exhibía mucho la carraquilla, la culpable del despiste, no fuera que diera
alguna pista del descuido.
EL
CARDO Y LAS JÓVENES
Era
creencia extendida entre las jóvenes que el agua que acumula el cardo aguamayo
tenía propiedades beneficiosas para el pelo. Una de las propiedades que se le
adjudicaba es que hacía crecer más el pelo y la otra que le daba más brillo y
belleza.
Era
frecuente en aquellos tiempos que las chicas llevaran el pelo largo y esto era
a veces motivo para competir sobre quién tenía la melena o la coleta más
bonita.
Las
tardes de primavera era una buena ocasión para salir en grupo al campo y entre
bromas, risas y confidencias de amores aprovechar la ocasión para mojarse el
pelo con el agua acumulada en los cardos aguamayos a la vez que cantaban, a modo de conjuro, una cancioncilla que decía:
"Agua de mayo
créceme el pelo
cuatro cuartitas
menos un dedo"
El cardo acumula gran cantidad de agua en primavera.
No
está confirmado que estos cardos transfieran al agua acumulada propiedades
beneficiosas para el cabello pero podría deducirse que el agua al ser de lluvia
es agua destilada, es decir no tiene sales minerales y esto sí que podría ser
beneficioso para el cabello. En cambio, el agua del pueblo tiene bastante cal
puesto que todo el terreno es calcáreo.
Podríamos
concluir que el agua acumulada en los cardos aguamayo tiene propiedades
cosméticas para el cabello al carecer de sales minerales por lo que los
beneficios atribuidos por las jóvenes al agua de estos cardos estarían justificados.
EL
CARDO Y LOS MAYORES
Este
cardo, también recibe el nombre de “cardador” por utilizarse para cardar la
lana y para afinar los tejidos ya terminados.
Se
nos plantea un dilema lingüístico, qué fue primero la palabra cardo o la
palabra cardar. ¿Qué fue antes el nombre de la planta o la operación de afinar
la lana que le dio el nombre a la planta?
¿Quién fue antes el huevo o la gallina?
En
Montejo de San Miguel la mayoría de los vecinos tenían ovejas como complemento
a la economía principal que era la agricultura. Aportaban lana, corderos para
la venta, carne y pieles. Estaba estipulado que no se debían tener más de 20
ovejas por vecino. Todas las ovejas se agrupaban en un solo rebaño dirigido por
un pastor al que, entre todos los vecinos, se le pagaba en especias con un
número determinado de fanegas de trigo.
A primera hora de la mañana el pastor tocaba una corneta en la plaza y todos sacaban sus ovejas de los corrales, una vez reunido todo el rebaño, éste se ponía en marcha en busca de pastos hasta la caída de la tarde en que se recogían.
El zurrón y la corneta del pastor.
A primera hora de la mañana el pastor tocaba una corneta en la plaza y todos sacaban sus ovejas de los corrales, una vez reunido todo el rebaño, éste se ponía en marcha en busca de pastos hasta la caída de la tarde en que se recogían.
Las ovejas merinas tienen una lana de excelente calidad.
Las
ovejas aportaban la lana necesaria para abastecimiento de las familias. Las
abuelas eran las grandes expertas en todo el proceso de tratamiento de la lana.
Hilando con la rueca y el uso. Exhibición del Museo 2007.
La esquila la hacían los hombres en primavera pero el resto del trabajo quedaba
en manos de las mujeres. La lana que se obtenía de una oveja recibía el nombre
de vellón y salía toda en una pieza, como si fuera el abrigo del animal. El
esquilador plegaba todo el vellón sobre
si mismo anudándolo a modo de hatillo.
Manuel Uría esquilando a tijera. A la derecha pueden verse dos vellones de lana. Exhibición del Museo 2007.
En
primer lugar se lavaba la lana para quitarle los numerosos elementos extraños
que se habían adherido al cuerpo de las ovejas a lo largo del año, a la vez se
eliminaban grasilla de la que está impregnada la lana de forma natural, esta
grasilla llamada lanolina tiene unas
propiedades muy apreciadas en la industria cosmética. Algunas abuelas eran
partidarias de no lavar la lana hasta después de haber realizado el proceso de
hilado, decían que la lanolina ayudaba a
torcer y mantener mejor el hilo.
El
proceso de cardar la lana era una de las primeras operaciones que había que
hacer. Importante operación que había que realizarla con meticulosidad para que la lana quedara en un
estado óptimo y todo el proceso se
desarrollara satisfactoriamente.
El
cardado se realizaba con los cardadores que eran una especie de cepillos anchos
y planos con púas metálicas. Entre ambos cepillos enfrentados se ponía una
determinada cantidad de lana y se desplazaban en dirección contraria varias
veces hasta que se conseguía “peinar” y afinar la lana. Esta operación requería
fuerza y habilidad.
Cardador de púas metálicas.
Los
cardadores hechos con cardos eran una especie de pequeñas cajas alargadas en la
que se alojaban bien sujetas varias cabezas de cardos, estas herramientas
estaba dotada de un mango de madera para manejarlas con comodidad.
Cardador hecho con las cabezas del cardo.
Para
el hilado se utilizaba la rueca y el huso hasta formar los ovillos. A
continuación se unían los hilos de dos ovillos y se procedía al torcido y
posteriormente se harían las madejas utilizando la devanadera.
Las
abuelas y las madres, en las largas noches de invierno, tejían junto al fuego
del hogar y a la luz del candil las prendas necesarias para equipar a todos los
miembros de la familia. Jerséis, calcetines,
gorros, guantes y bufandas eran las prendas más corrientes.
Para
confeccionar mantas había que desplazarse a pueblos más grandes en los que
había telares para tal menester. Otra utilidad que se le daba a la lana era la
de hacer colchones o suplementar a los ya existentes y para ello se usaba la
lana de las ovejas churras que es de menos calidad que la lana de las ovejas
merinas que se destinaba a los tejidos.
Calcetines de la na de distintas calidades.
La lana de las ovejas churras se destinaba a hacer colchones.
Una
vez confeccionada la prenda se la podía repasar con los cardadores de cardo a
modo de cepillado para quitar hilos sobresalientes, uniformar más el tejido y
conseguir un producto final más suave. Nuestro cardo cumplía una función
importante para conseguir prendas de
alta calidad.
Pero
este polifacético cardo no se quedó en el uso sencillo y humilde de los hogares
de los pueblos. Sus cualidades le llevaron a escalar los más altos puestos
dentro de las fábricas textiles venidas
con la segunda revolución industrial.
En Tarrasa (Barcelona) puede verse en el Museo de la Ciencia y de la Técnica de
Cataluña una máquina llamada “percha de
cardos” destinada a afinar los tejidos dándoles una perfecta terminación. Un
cilindro giratorio lleno cabezas de cardo perfectamente colocadas es el elemento
principal de esta máquina.
La percha de cardos con su cilindro lleno de cabezas de aguamayo.
Panel explicativo de la percha de cardos.
También
en la Fábrica-Museo “LA ENCARTADA” de Balmaseda (Bizkaya) se conservan máquinas similares teniendo como elemento
principal al cardo aguamayo. Esta fábrica que estuvo en funcionamiento hasta
1992 tenía como producto estrella la fabricación de boinas por lo que se puede
constatar la importancia de nuestro cardo en la industria textil hasta tiempos
bien recientes.
Este
uso del cardo a nivel industrial hace pensar que quizás tenga justificación su
nombre “sativus” (cultivado) dado
que la demanda para estos usos textiles debía ser alta y quizás no fuera
suficiente con la recolección de los ejemplares silvestres. Teniendo en cuenta
la delicadeza de sus púas también es de suponer que habría que reponer con
cierta frecuencia las cabezas de los cardos de estas máquinas y al ser
cultivado se supone que la calidad de los cardos para estos usos sería mayor y
estaría más controlada.
Otro uso que se le suele dar a este polifacético cardo es como adorno para centros y ramos de flores secas, para ello es imprescindible quitarle todas las espinas del tallo y de las ramas.Y como su color en seco es poco vistoso lo normal es que los tiñan de distintos colores.
Otro uso que se le suele dar a este polifacético cardo es como adorno para centros y ramos de flores secas, para ello es imprescindible quitarle todas las espinas del tallo y de las ramas.Y como su color en seco es poco vistoso lo normal es que los tiñan de distintos colores.
Ahora,
cuando vayamos por los campos y veamos a este simpático y elegante cardo quizás
le miremos con otros ojos y esbocemos una sonrisa de complicidad.
DICHOS
Y REFRANES
“Ir
a por lana y salir trasquilado”
“Unos se llevan la fama y otros cardan la lana ”
“Poco
a poco va hilando la vieja el copo”