En este capítulo trataremos exclusivamente de las plantas medicinales que tenemos constancia que se utilizaban en Montejo de San Miguel ignorando el resto de plantas medicinales. Así mismo sólo haremos referencia a los usos que de ellas se hacían, sin citar otros usos que puedan tener. El conocimiento que se
tenía de las propiedades de las plantas y sus poderes curativos se debían a la sabiduría y la experiencia que los mayores habían
acumulado e iban transmitiendo de
generación en generación. Con estos remedios se aliviaban dolencias más
o menos leves pues el acceso al médico y a las medicinas no siempre estaba al alcance de
todos.
También hablaremos de los frutos silvestres que más
que un alimento venía a ser un complemento ocasional que muchas veces tenía más
un carácter lúdico que alimentario, especialmente entre niños y jóvenes.
Por último hablaremos de las setas. Antiguamente,
las setas estaban incluidas en el Reino Vegetal, actualmente forman parte del
Reino Fungi o de los Hongos.
1) LAS PLANTAS MEDICINALES
La manzanilla
(Matricaria sp.), muy similar a la
“chirivita” (Bellis perennis), se recogía en las praderas de las orillas del
Ebro entre la hierba bien “afeitada” por el rebaño de ovejas. Cuando se la
recoge desprende un olor muy agradable. Había otra especie con tallos más largos
y flores más grandes que no se recolectaba y se la llamaba “manzanilla falsa o de burro”. La
manzanilla se tomaba en forma de infusión para problemas digestivos. También se
utilizaba para lavarse los ojos cuando se tenía algún problema de irritación,
exceso de “legañas” o algún “orzuelo”.
La flor de malva (Malva sylvestris) se tomaba en infusión para curar los catarros y calmar la tos. Se decía que había que recoger las flores en la noche de San Juan.
El tomillo
(Thymus vulgaris y Thymus mastichina) tenía fama de poseer
propiedades antibióticas, también se recomendaba para los ataques de tos y la
limpieza de las vías respiratorias. Se tomaba en infusión. También podía usarse
para cocinar y para el adobo de la matanza.
El laurel
(Laurus nobilis) se empleaba en forma
de vahos para la limpieza y descongestión de las vías respiratorias,
atribuyéndosele también propiedades broncodilatadoras. Su uso en los guisos
también estaba muy extendido.
El té de roca (Jasonia glutinosa)
se
tomaba en infusión después de comer para favorecer la digestión y algunos tenían
la costumbre de echarle un chorrito de orujo. Por sus propiedades astringentes
convenía no abusar de él. Muy concentrado, sin azúcar e incluso con limón se
utilizaba para combatir las diarreas. Se recogía en las peñas del monte “entre Ntra. Sra. de agosto y Ntra. Sra. de
septiembre”. Al recolectarlo desprende un aroma muy agradable y
persistente. Al tacto es pegajoso.
La carrasquilla
(Ramnus alaternus), recibe este
nombre por el parecido que tienen sus pequeñas hojas con las de las encinas
jóvenes (carrascas). Se decía que era “buena
para la circulación” atribuyéndole la propiedad de hacer la sangre más
líquida, quizás se le pueda comparar con el actual Sintrom.
El orégano
(Origanum vulgare) se utilizaba en la
cocina para los guisos. Se cogía en verano cuando estaba bien florido y se
colgaba en ramilletes, boca abajo, en una habitación oscura para que se fuera
secando.
La tila (Tilia platyphyllos)
se tomaba para calmar los nervios, pues se le atribuyen propiedades relajantes,
también tiene propiedades digestivas. Cuando los tilos están floridos desprenden
un olor muy agradable y son la delicia de abejas y otros insectos. Tradicionalmente
se decía que también había que recoger las flores en la noche de San Juan.
El hinojo
(Foeniculum vulgare) se usaba
principalmente para combatir los gases. También parece ser que se utilizaba en
los guisos de carne, cuando ésta no se encontraba en sus mejores condiciones,
con el fin de enmascarar posibles malos olores.
La cola de caballo (Equisetum arvense) tiene
propiedades diuréticas y también se usaba
para expulsar las piedras del riñón. Crece en zonas húmedas.
El romero (Rosmarinus officinalis), aunque no crece
de forma natural como en las zonas mediterráneas, si que se planta en los
lugares donde se instalan las colmenas, así como en huertas y jardines. En la
cocina se utilizaba para ciertos guisos y por sus propiedades aromáticas se
usaba para aromatizar los armarios y para protegerlos de los insectos. Se
tomaba en infusión por favorecer la digestión y también para tratar las heridas
por su poder desinfectante. Para combatir ciáticas y reumatismos se echaban
unas ramitas en un frasco de alcohol durante unos días y luego se masajeaba la
zona afectada.
El
Domingo de Ramos se llevaba un haz grande de romero a la iglesia para que fuera
bendecido. La gente cogía estos ramos bendecidos y los colocaba en las casas y en las cuadras para
proteger a personas y animales ante cualquier mal. A los niños, en este día tan especial, se les
preparaba un ramo de romero bien formado y de él se colgaban galletas, rosquillas,
caramelos y otros dulces. Los ramos que sobraban, cuando estaban secos, los
quemaba el cura y guardaba sus cenizas para el rito de El Miércoles de Ceniza.
El respliego
(espliego, Lavandula angustifolia), por
sus propiedades aromáticas también se colocaba en los armarios dentro de unas
bolsas de tela. Se tomaba en infusión por sus propiedades diuréticas,
analgésicas y antisépticas. En los palomares se ponían las varillas floridas para
que las palomas hicieran sus nidos con ellas, parece que ahuyentaba a los parásitos de los nidos.
La planta de la lobera
(Cistus salviifolius), con esta
pequeña jara se preparaba una cocción y se le daba a los bueyes cuando tenían
diarrea persistente.
Los tapaculos
(escaramujos) son el fruto de los rosales silvestres (Rosa sp.), su nombre se debe a su fuerte poder astringente. Tomado en infusión para combatir las diarreas,
tanto en personas como en animales. Algunas especies son más carnosas y cuando
están muy maduras y se las aprieta, echan una especie de “mermelada” de
sabor agradable y rica en vitamina C. Por este poder
vitamínico parece ser que los antiguos navegantes llevaban en sus barcos
toneles llenos de estos frutos para combatir el escorbuto en las largas travesías.
La linaza es
la semilla del lino (Linum usitatissimum), se utilizaba, al igual que otras
plantas y ungüentos, para realizar “cataplasmas”
con el fin de aliviar o curar dolencias muy localizadas. Era de uso externo.
Normalmente se aplicaban calientes. Actualmente la linaza está indicada para facilitar
el tránsito intestinal y para extraer el aceite de linaza. De los tallos de la
planta se obtienen las fibras de lino para realizar tejidos de excelente calidad.
El diente de león,
(Taraxacum officinale) cuando estaba
tierno se podía comer en ensalada. También tiene propiedades diuréticas y es
beneficioso para el hígado.
Planta suculenta.
Había en un jardín privado una planta suculenta ya desaparecida y de la que no
recuerdo su nombre, pero que pudiera ser la conocida como árbol de jade (Crassula ovata).
Las hojas de esta planta eran utilizadas para curar heridas infectadas. Se
le quitaba la cutícula y se colocaba con una venda sobre una herida infectada y
purulenta. La carne de la hoja absorbía la infección y amortiguaba el dolor.
1) LOS FRUTOS SILVESTRES
Las moras
(Rubus ulmifolius). Los bordes de los caminos, las "cavas" o los
linderos de las “piezas” (fincas)
eran los lugares ideales para que crecieran las “matas” (matorrales, zarzas, zarzamoras), y eran, sobre todo los
niños y jóvenes los que iban a recolectar las moras para consumirlas en el
momento, y más raramente para llevarlas a casa y tomarlas de postre con vino y
azúcar, o bien para hacer mermelada.
Adivinanza:
“Larga, larga como una soga y tiene
dientes como una loba”.
Las moras rastreras (Rubus caesius). Aunque
de la misma familia que la anterior, esta “mata”
tiene unas características que la hacen peculiar. Sus pinchos son más pequeños
y el fruto tiene menos granos, aunque más grandes y esféricos. El sabor es muy
agradable, ligeramente ácido y dulce. Dado que su localización se reduce a
lugares muy determinados y la producción de frutos también es menor, su consumo
era reducido. Como su nombre indica se desarrolla en horizontal sin separarse
mucho del suelo. Vive en tierras húmedas y en especial cerca de las orillas del
río. Los niños cuando andaban por lugares donde proliferaba esta mata debían
tener mucho cuidado pues al estar con pantalones cortos si te tropezaban con
uno de sus tallos, camuflados entre las hierba, los arañazos que propinaban a la altura de los tobillos eran
muy dolorosos y producían mucho escozor.
Las endrinas (Prunus spinosa). El
fruto de este arbusto espinoso es esférico, viene a ser una pequeña ciruela. Su
sabor es agridulce y no se comen directamente
salvo cuando estaban muy maduras y casi en forma de “pasas”. Las endrinas se recogían para macerarlas en orujo
con una cucharada de azúcar y alguna especia para hacer un licor casero de alta
graduación, que era muy recomendado para “el
dolor de tripas”. Un licor
algo parecido al pacharán, aunque estaba hecho con orujo.
Las harinosas son los pequeños frutos rojos que da el “espino”,(majuelo o espino albar, Crataegus monogyna) y se comían, de forma testimonial, a pie de árbol. Aunque son frutos comestibles, su sabor y textura no eran precisamente muy atractivos, de ahí su nombre. Este árbol también se ha utilizado para delimitar y proteger algunas fincas a modo de seto aprovechando sus numerosas espinas.
Las bellotas.
Esporádicamente, cuando ya estaban bien maduras, los chavales recogían algunas bellotas
de encina (Quercus ilex) y las
asaban, más como experimentación y juego que como alimento.
Los berros (Lepidium sativum), esta
planta acuática se cogían en primavera en los arroyos y cavas que separan las
distintas “piezas”. Se comían en ensalada.
Con la llegada de los abonos químicos y los herbicidas dejaron de recogerse por
el peligro de que pudieran estar contaminados.
2) LAS SETAS
Debido
al desconocimiento general que tenía la gente de las diferentes especies
frecuentes en la zona y al alarmismo que generaba el posible envenenamiento, el
consumo se reducía a las que eran muy conocidas e inconfundibles, como las
setas del cardo, las de chopo y los “orejetes”.
Circulaba la creencia de que si al cocinar las setas introducías un cubierto o moneda de plata en la sartén y tomaban un color negro, indicaba que las setas eran venenosas.
Las setas del cardo
(Pleurotus eryngii) salían en los “perdidos”, que eran terrenos no
cultivados dedicados principalmente a que pacieran las ovejas. Debido a la
excelente calidad de esta seta y a su fácil identificación era la más
consumida. Cuando las setas ya estaban algo pasadas solía tener "bichos" (gusanos) y se descartaban. Se cocinaban revueltas con huevo, al ajillo o uniéndolas a otros guisos.
Las setas de chopo (Agrocybe cylindracea). Las
“cotorras” (tocones) de los chopos que
se habían cortado años atrás eran su lugar preferido para salir. Se consumían
más por su inconfundible identificación que por su calidad culinaria.
Los orejetes (Helvella leucopus) salían en la ribera del río, en suelos arenosos poblados de chopos. Su fácil identificación animaba a su consumo aunque su calidad también era escasa. Había que lavarlos muy bien pues en sus muchos pliegues podía quedar tierra que resultaba muy desagradable a la hora de comerlos. Antes de darles el cocinado correspondiente se cocían desechan posteriormente el agua.
Los nícalos
(níscalos, Lactarius deliciosus). El monte
de San Miguel estaba poblado de encinas, bujarros (boj. Buxus sempervirens) y berezos (brezos, Erica sp.) principalmente con lo que esta seta sólo se conocía por
recogerse en pinares de otros pueblos del entorno. En los últimos 55 años, al
no haber rebaño de ovejas en el pueblo, han proliferado los pinos silvestres (Pinus sylvestris) y algún ejemplar de
pino resinero (Pinus pinaster) con lo que han comenzado a salir “nícalos” y la gente los recolecta.
Los
cantarelus (rebozuelo, Cantharellus cibarius). Esta pequeña seta con forma de trompetilla o copa, al igual que
los níscalos, han comenzado a proliferar a raíz del cambio de uso sufrido por el
monte en los últimos años. Es recolectada con fines culinarios. Cuando hay mucha
producción se suelen desecar para poderla consumir en otro momento, bien sea
rehidratándola o bien triturándola para condimentar otros guisos.
El mayor acceso a la información a través de las guías de setas, charlas informativas, jornadas micológicas... la recolección de todo tipo de hongos está en auge, pero siempre teniendo en cuenta las debidas precauciones.
Excelente explicación, cuantos remedios naturales se utilizaban a través de las plantas medicinales. Recuerdo alguno de ellos de cuando era pequeña: el romero con alcohol para los dolores reumáticos, el uso de la malva, la manzanilla y la tila, las semillas de lino. Mi abuela llegó a la Argentina, proveniente de Montejo de San Miguel y trajo sus conocimiento y uso de los mismos que aún utilizo para evitar remedios elaborados quimicamente. Que lindo recuerdo de mi infancia!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarSeguiremos poniendo información sobre temas interesantes de las vivencias de nuestros mayores en Montejo de San Miguel (BU), el pueblo donde nació tu abuela.